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LA CIVILIZACIÓN DEL AMOR                 

Dentro de los libros de mi pequeña biblioteca volví a encontrar la Carta a las familias que fue escrita por un Santo de nuestros tiempos que creo que muchos de nosotros tuvimos el gusto de conocer en persona San Juan Pablo II, esta carta que nos entregó el papa en el año de 1994 en el <<Año de la familia>> el cual fue inaugurado por toda la comunidad eclesial en plena fiesta de la Sagrada Familia en el año de 1,993 y luego promovido por la O.N.U. para todo el mundo como Año internacional de la familia, con lo que vemos que en esos tiempos no muy lejanos todavía se miraba un interés real de la comunidad internacional por la defensa de la familia y la persona, pero tristemente vemos que en la actualidad estos derechos son parciales y responden más a intereses políticos y económicos.

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Por todo esto creí prudente volver a tocar aquí algunos puntos del capítulo I de esta carta donde San Juan Pablo II nos habla de la familia como una civilización del amor.

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En el Numeral 17 de esta carta nos escribió su santidad: “La familia como institución, ¿Qué espera de la sociedad?  Ante todo, que sea reconocida en su identidad y aceptada en su naturaleza de sujeto social.  Ésta va unida a la identidad propia del matrimonio y de la familia.  El matrimonio, que es la base de la institución familiar, está formado por la alianza por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole”.

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Te invito a que el día de hoy leas este documento completo y lo puedas llevar a la práctica en tu familia y que me ayudes a confirmar que después de casi 25 años de que San Juan Pablo II nos escribiera esta carta sigue vigente y que hoy más que nunca podemos demostrar que la FAMILIA es una institución donde priva el Amor, la comprensión y el servicio hacia todos sus integrantes.

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<<Varón y mujer los creó>>

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Antes de crear al hombre, parece como si el Creador entrara dentro de sí mismo para buscar el modelo y la inspiración en el misterio de su Ser, que ya aquí se manifiesta de alguna manera como el <<Nosotros>> divino.  De este misterio surge, por medio de la creación, el ser humano:  <<Creó Dios al hombre a imagen suya:  a imagen de Dios le creó; varón y mujer los creó>> (Gen. 1, 27).

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A la luz del Nuevo Testamento es posible descubrir que el modelo originario de la familia hay que buscarlo en Dios mismo, en el misterio trinitario de su vida.  El hombre es creado desde <<el principio>> como varón y mujer:  la vida de la colectividad humana –tanto de las pequeñas comunidades como de la sociedad entera- lleva la señal de esta dualidad originaria.  De ella derivan la <<masculinidad>>y la <<femineidad>> de cada individuo, y de ella cada comunidad asume su propia riqueza característica en el complemento recíproco de las personas.  Ésta es también la primera afirmación de que el hombre y la mujer tienen la misma dignidad:  ambos son igualmente personas.

 

Roberto Aguilar  

 

                           

Dentro de los libros de mi pequeña biblioteca volví a encontrar la Carta a las familias que fue escrita por un Santo de nuestros tiempos que creo que muchos de nosotros tuvimos el gusto de conocer en persona San Juan Pablo II, esta carta que nos entregó el papa en el año de 1994 en el <<Año de la familia>> el cual fue inaugurado por toda la comunidad eclesial en plena fiesta de la Sagrada Familia en el año de 1,993 y luego promovido por la O.N.U. para todo el mundo como Año internacional de la familia, con lo que vemos que en esos tiempos no muy lejanos todavía se miraba un interés real de la comunidad internacional por la defensa de la familia y la persona, pero tristemente vemos que en la actualidad estos derechos son parciales y responden más a intereses políticos y económicos.

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Por todo esto creí prudente volver a tocar aquí algunos puntos del capítulo I de esta carta donde San Juan Pablo II nos habla de la familia como una civilización del amor.

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En el Numeral 17 de esta carta nos escribió su santidad: “La familia como institución, ¿Qué espera de la sociedad?  Ante todo, que sea reconocida en su identidad y aceptada en su naturaleza de sujeto social.  Ésta va unida a la identidad propia del matrimonio y de la familia.  El matrimonio, que es la base de la institución familiar, está formado por la alianza por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole”.

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Te invito a que el día de hoy leas este documento completo y lo puedas llevar a la práctica en tu familia y que me ayudes a confirmar que después de casi 25 años de que San Juan Pablo II nos escribiera esta carta sigue vigente y que hoy más que nunca podemos demostrar que la FAMILIA es una institución donde priva el Amor, la comprensión y el servicio hacia todos sus integrantes.

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<<Varón y mujer los creó>>

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Antes de crear al hombre, parece como si el Creador entrara dentro de sí mismo para buscar el modelo y la inspiración en el misterio de su Ser, que ya aquí se manifiesta de alguna manera como el <<Nosotros>> divino.  De este misterio surge, por medio de la creación, el ser humano:  <<Creó Dios al hombre a imagen suya:  a imagen de Dios le creó; varón y mujer los creó>> (Gen. 1, 27).

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A la luz del Nuevo Testamento es posible descubrir que el modelo originario de la familia hay que buscarlo en Dios mismo, en el misterio trinitario de su vida.  El hombre es creado desde <<el principio>> como varón y mujer:  la vida de la colectividad humana –tanto de las pequeñas comunidades como de la sociedad entera- lleva la señal de esta dualidad originaria.  De ella derivan la <<masculinidad>>y la <<femineidad>> de cada individuo, y de ella cada comunidad asume su propia riqueza característica en el complemento recíproco de las personas.  Ésta es también la primera afirmación de que el hombre y la mujer tienen la misma dignidad:  ambos son igualmente personas.

 

Roberto Aguilar  

 

                           

EL ESPOSO ESTÁ CON VOSOTROS

Continuando con la Carta a las familias de San Juan Pablo II, en el segundo y último capítulo nos cita del momento en que Jesús hablando con los discípulos de Juan, alude a una invitación para una boda y a la presencia del esposo entre los invitados (Mt 9, 15); así Jesús revela la esencia de Dios y confirma su amor inmenso por el hombre.  Usando esta imagen para hablar de Dios, Jesús muestra cómo la paternidad y el amor de un hombre y de una mujer se unen en matrimonio.  Por esto, al comienzo de su misión, Jesús se encuentra en Caná de Galilea para participar en un banquete de bodas, junto con María y los primeros discípulos (Jn 2, 1-11). Con ello trata de demostrar que la verdad de la familia está inscrita en la Revelación de Dios y en la historia de la salvación.

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En este texto vemos como Dios en su inmenso amor misericordioso se ha donado como esposo de la Iglesia y así como lo hace el padre con el hijo pródigo, le entrega todo su amor que lo levanta y lo hace partícipe de la vida divina.

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Casarse se considera la vocación ordinaria del hombre, la cual es asumida por la mayor parte del pueblo de Dios.  En la familia es donde se forman las piedras vivas del edificio espiritual, del que habla el apóstol Pedro.  Los cuerpos del los esposos son moradas del Espíritu Santo.  Puesto que la transmisión de la vida divina supone la transmisión de la vida humana, del matrimonio nacen no sólo los hijos de los hombres, sino también, en virtud del bautismo, los hijos adoptivos de Dios, que viven en la vida nueva recibida de Cristo por medio de su Espíritu.

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Queridas familias: vosotras debéis ser también Valientes y estar dispuestas siempre a dar testimonio de la esperanza que tenéis (1P 3, 15), porque ha sido depositada en vuestro corazón por el buen Pastor mediante el Evangelio. Debéis estar dispuestas a seguir a Cristo hacia los pastos que dan la vida y que él mismo ha preparado con el misterio pascual de su muerte y resurrección.

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¡No tengan miedo de los riesgos!  ¡La fuerza divina es mucho más potente que vuestras dificultades!  Inmensamente más grande que el mal, que actúa en el mundo.

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El buen Pastor está con nosotros en todas partes.  Igual que estaba en Caná de Galilea, como Esposo entre los esposos que se entregaban recíprocamente para toda la vida, el buen Pastor está hoy con vosotros como motivo de esperanza, fuerza de los corazones, fuente de entusiasmo siempre nuevo y signo de la victoria de la <<civilización del amor>>.  Jesús, el buen Pastor, nos repite: No tengáis miedo.  Yo estoy con vosotros.  <<Estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo>> (Mt 28,20). 

 

Deseo que este texto extraído de la carta a las familias te ayude a reflexionar sobre esta vocación laical que nos ha regalado el todopoderoso. Estás invitado a ser parte de la creación y estás incluido en el plan de Dios desde el principio de la todos los tiempos, ya tu nombre estaba escrito como parte de la familia donde naciste y de la familia que Dios te ha regalado para que la protejas, la eduques, la cuides y la ames.


Roberto Aguilar

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